Vistas de página en total

martes, 16 de octubre de 2012

El jardín regado con las aguas del Río Sella y las lágrimas de La Mandrágora


El 3 de Agosto de 2002, diecisiete días después de que “Al alba y con viento duro de Levante” los miembros del Equipo 31 del GOE III, cinco miembros del Tercio de la Armada, tres miembros de la Unidad de Operaciones Especiales y dos miembros de un equipo ACAF (Adquisición y Control de Apoyos de Fuego), recuperasen para El Reino de España el Islote de Perejil que días antes había sido ocupado por gendarmes del Reino de Marruecos, las fuerzas de choque al mando del que esto escribe, hallándose en el campo de batalla en el que se había convertido la calle principal de Ribadesella, vieron como, abriéndose paso entre la gente y sin temor en la mirada, iba directo hacía ellas un fornido y melenudo muchacho.


Aunque en un principio me temí lo peor, lo cierto es que, por sorpresa para mí, descubrí que bajo tan ruda apariencia se escondía Juan Miguel Fernández, un chaval encantador con el que – mientras el sol se alzaba en el cielo sobre la villa anteriormente mencionada – mantuve una amena conversación sobre heavy – metal, y es que – lejos de lo que yo pensaba – lo que le llevaron a encaminarse raudo y veloz hacía mis posiciones fue el uniforme de combate de mis tropas, una camiseta de EDGUY, un grupo alemán de power – metal que a pesar de ser oriundo de Fulda – ciudad famosa por la gran calidad de los neumáticos que allí se fabrican - en la séptima edición del FESTIVAL DERRAME ROCK que se celebro en Junio de ese año “pincho” ante los heavys que allí se habían dado cita, los cuales – en lugar de llorar “Las lágrimas de La Mandragora” – se decantaron por reír al ver el lamentable espectáculo del que fueron testigos debido en buena medida a que Tobias Sammet – frontman y alma – mater de la banda – fue incapaz de frenar a tiempo la ingesta de sidra.



Como no podía ser menos, a raíz de tan sui generis toma de contacto, fueron unas cuantas las conversaciones que, tanto con él como con su hermano Roberto, tuve siempre que se cruzaban nuestros caminos en las salas donde el escenario se convertía en un volcán en erupción que bramaba con sonido atronador.

Años después, y gracias a Adrián – un amigo en común que confirma que es cierta teoría de “los seis grados de separación” (vamos, que "el mundo es un pañuelo") – tuve noticias de que, a través de la Editorial Dolmen, Juan Miguel había publicado “El jardín impío”, novela esta a cuya presentación en sociedad tuve el placer de asistir el pasado 21 de Abril en compañía de la hermosa dama que protagoniza junto a mi mí particular novela de caballería.


Ni siquiera todo el cariño y el cuidado puesto por una joven para cuidar un ejemplar de La Joya de Babilonia, la especie de planta más bella y espectacular de los míticos jardines colgantes que ocupan un lugar de honor entre las Siete Maravillas del Mundo, es capaz de evitar que una gran desgracia caiga sobre la familia.

Y si una especie ha sobrevivido tanto tiempo es porque sabe garantizarse su propio sustento…

Con esta inquietante carta de presentación se invita al lector a ser testigo de cómo los habitantes de Villa Nova viven una pesadillesca odisea al abrirse en el lugar una sucursal de El Infierno por cortesía de unas siniestras flores y plantas muchísimo más peligrosas que “Las flores del mal” a las que canto BARÓN ROJO, grupo este que seguramente puso la banda sonora a alguna de las horas que el autor dedico a la redacción de su primera obra publicada hasta la fecha.



La soledad en la que se halla sumida por culpa del absorbente trabajo de su marido será la culpable de que una joven vuelque todo su cariño en el cuidado de su jardín, un jardín cuya fastuosa grandeza – según lo reflejado en el diario de la jardinera - exige que la tierra sea regada con sangre humana.

Aunque en un principio el marido de la joven piensa que esta está como una regadera, no tardara en descubrir que “La Joya de Babilonia” es realidad un ser monstruoso, un ser monstruoso cuya lucha por la supervivencia pasa por convertir a los parroquianos del lugar en zombis.

A partir de tal premisa, a lo largo de 270 páginas que logran mantener la tensión en todo momento, se entabla una feroz batalla entre "los No – muertos" y "los Vivos", los cuales – a parte de evitar caer en las garras de los que quieren despedazarlos para alimentar a “su madre” – tendrán que hacer frente a los debates de índole moral que se generan llegada la aciaga hora en la que, a la señal “sálvese quien pueda”, el hombre se convierte en un lobo para el hombre.

Si bien todos y cada uno de los protagonistas calan en el lector debido en buena medida a que es fácil identificarse con sus emociones – miedo, tristeza por los caídos, deseos de venganza, remordimientos por salvar a unos y dejar a otros, etc. - he de reconocer que fue inevitable para mí simpatizar con Jaime, un rudo motero cuya descripción física hace que no sea descabellado afirmar que el autor, como buen apasionado del Heavy Metal que es, a la hora de darle vida tuvo en mente a Jon Schaffer, el musculoso caballero de Indiana que fundo la banda ICED EARTH, y que es autor de “Watching Over Me”, esa triste y hermosa balada cuya escucha, sin duda alguna, provocaría irrefrenables llantos a los habitantes de Villa Nova que, a raíz de los acontecimientos que tuvieron lugar allí, a lo largo de los años, a través de la rabia y las lagrimas, vivirán bajo la mirada de aquellos seres queridos a los que no pudieron salvar.



Cabe destacar que, a parte de la referencia a sus artistas favoritos, el autor – como hijo de la cuenca minera que es – se sirve de Villa Nova para dar parte del deterioro que han sufrido todos esos lugares que hace años vivian gracias al negro carbón que se arrancaba de sus entrañas y que actualmente tienen ante ellos un negro futuro, un negro futuro que – mientras que por una parte cerro la puerta a la esperanza – por otra abrió una inmensa puerta a través de la que se fueron muchos de sus habitantes…

Dicho esto, no quería finalizar la presente reseña sin dejar de manifiesto que el hecho de que Juan Miguel consiguiera ver publicado uno de los numerosos relatos que escribió espoleado por “la bestia creativa” que lo poseyó a raíz de la lectura de aquel ejemplar de “El Señor de los anillos” que alguien metió en la funda de su guitarra, es un claro ejemplo de que si tenemos “un sueño” – sea cual sea este – no debemos dejar de regarlo todos los días con nuestra ilusión y nuestra entrega.


Felicidades, estimado Juan Miguel

2 comentarios:

  1. Yo estoy ahora mismo sumergido en su lectura!!

    ResponderEliminar
  2. Gracias de nuevo por la reseña, amigo. Da gusto cuando los lectores dedican su tiempo en plasmar sus inquietudes en un texto como éste. Si quieres conseguir más libros interesantes de la misma editorial, hay uno del que están hablando mucho y que me ha gustado bastante. Se llama "El cuarto jinete". Al que ha puesto el primer comentario seguro que le suena, jejeje.

    ResponderEliminar